El perdón que
recubre nuestro cuerpo se desprende como la piel de una serpiente, lástima aquél
que nunca se desprenda de él y cargue con la piel podrida hasta su muerte.
Podría
inventarme un argumento digno de película para explicar cómo me siento en estos
momentos: desnuda.Y esa desnudez, la que yo pensaba que nadie veía; me ha
dejado un mensaje de alerta y un cerebro carente de reflejos. Porqué todos
hemos aprendido a leer, sin embargo muy pocos saben interpretar la mano mecida
de un lápiz en blanco y negro y el tormento de cada verso, sólo ha sido un
borrón al descubierto.
Ya no tengo
fuerzas; no me preguntéis. Yo sólo quería pasar desapercibida por el sendero de
la vida y las coces del destino me han apeado del camino. Ahora el terreno está
muy resbaladizo y no tengo dónde agarrarme para retomar mi sendero.
Si un día
vuelvo os aseguro que renacerán racimos de nuevos versos.
Ahora me
siento incapaz. Mi mente se desata delante de una hoja en blanco, perdiendo la
llave de esa puerta llamada cerebro. Dejando vía libre a las ideas, que
carentes de pudor, se matan para entrar y desnudar emociones.
Un batallón, hacen guardia, en esa puerta y un muro hecho con materiales de otros tiempos
pone freno.
Dejando, no sé
por cuanto tiempo, mi voz desierta.
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