Me llevaron una tarde,
el mes no lo recuerdo;
por la ropas que le cubrían,
tal vez entrado
estuviese el invierno.
El pasillo, el silencio,
pocas miradas
y yo no pregunto,
sólo observo.
Maldije no haber nacido antes,
para que me hubiese podido contar un cuento.
Sus pies eran grandes,
desnudos y secos.
Su cara larguirucha,
y todo él puro esqueleto.
Siempre de blanco,
los demás de luto entero.
¡Ay, abuelo,
por qué no me contaste un cuento!