De mirada vivaracha, mofletes
sonrosados, semblante frágil y sonrisa camuflada, pasa sus momentos de bebé,
balbuceando palabras calladas. Una zapatilla gris azulada, ahora cuelga de una
cadena de chupete, en una sala vacía…desierta…
Cansina tarde de conversación sin
sentido, donde su madre no advierte la desnudez de su pie inquieto. La falta ya
está hecha y el niño sin su zapatilla gris azulada.
Para otros, en cualquier tienda se
repone el par entero; para el niño, el vacío es eterno. Mueve sus manos, pies y
cabeza; nadie le entiende, ni la madre advierte la angustia de un niño pidiendo consuelo.
Llega la noche, sin su zapatilla
gris azulada y pasa el día, la tarde y nadie la busca.
Mientras, otros, la encuentran en un
bordillo; cubierta, de hojas frescas con algunas motas de polvo como compañeras.
La gente la mira y en su mente se
imagina un niño desvalido y una madre, angustiada, buscando la desafortunada
zapatilla gris azulada.
Los más osados la cogen,
enterneciendo su mirada; pobre niño, su pie izquierdo le delata.
Su madre lo coge, quitándole
importancia. Pero el niño de mirada vivaracha, mofletes sonrosados, semblante
frágil y sonrisa camuflada; lleva en un rincón de su mente, el frío de su piel,
la locura de esa tarde y el devenir de un mañana cargado ya de sorpresas que no
le parecerán extrañas.
Esa es la vida que me espera y
pronto he aprendido a perder. Así sin darnos cuenta, también, aprendemos a
luchar; no haciendo falta sonidos que nos delaten, ni semblantes que nos
adviertan.
Siempre habrá alguien que nos
encuentre para juntar ese par, perdido, en medio de una sala, hoy, tal vez, abandonada.
...Por eso, siempre quiero, que me
espere mi zapatilla gris azulada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario