Cuando dormito;
durmiendo sueño:
la presa queda clavada,
agonizando entre marañas
de una tela de araña.
Clavando un grito en el aire
escarba sus vastas patas,
luchando con frenesí
su vida queda cantada.
Ahora el depredador
ni tiene prisa, ni avanza;
su sufrimiento es su caminar
que saciado se calma.
Reviente el destino maldito
bajo su inocencia toscana,
llorar de amor, enredada,
entre la tela de araña.
Cimientos hechos de sangre
acurrucan su dulce casa;
esperando otra presa inocente
para hundir en ella sus garras.
Los restos que caen al suelo
son
alfombras de alimañas
que calman su sed maldita
enjuagada entre lágrimas.
Las estrellas lo observaron
gritando al sol, mirando al cielo
y una entre miles,
sacudió su pecho contra el suelo;
recogió el polvo de amor
para que no lo arrastrase el viento
ocultando sus cenizas
de carroñeros hambrientos.
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