Una paloma olvidada
arrullaba al verme pasar.
Yo le decía ¡no te asustes!
voy descalza hasta el mar.
Oler el perfume de su agua
y a otras gaviotas ver volar.
Aprender de su destreza,
de sus ansias de libertad,
de estar en cien sitios distintos
y en sólo uno
olvidar.
Por eso, paloma mía
vuelve a tu nido a criar
y en tu pico mensajero
una ilusión me has de traer:
la añoranza de aquel tiempo
en un lugar cordobés.
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