Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

(Antonio Machado)

viernes, 1 de febrero de 2013

El arroyo de mi vida (Pasión olvidada / Arroyo de San Vicente de Zocueca)


Una vez, había, un cauce; una vida, piedras por donde cruzaba y zarzas y lentiscos a los que me agarraba. Había un piar de pajarillos, un olor, un sonido crujiendo chopos, sorteando pastos, donde tu corriente bella y enamorada vomitaba espuma por el roce de sus ramas.
Yo pasaba y miraba.
Jugaba al escondite entre gramíneas y retamas. En mi bolsillo siempre algún recuerdo que esconder: ese fruto caído o esa rama olvidada.
Todo valía, mas lo que guardar rebosaba. Jamás era preocupación; en un lugar dormitando o quizá dentro de mi corazón.
Allí el espacio es infinito.
Todo entra, nada escapa; ni llega al suelo, ni derrite mi ropa, ni me roba el alma.
Nadie lo ve y nadie lo toca, sólo el fuego danzará haciéndome presa.
Y mi amor resplandecerá como los luceros de agosto, mirando el firmamento en noches de luna llena. ¡Ay, ese es el destino de mis pasiones guardadas, de mi cuerpo castigado, de mi ira desatada!
Lo sencillo que no es etéreo y la sencillez de mis palabras.
¡Ay, si alguien las viera o con los ojos las atravesara; sería el elixir que en la tierra no encontré, porque en mi estrella anidaba!

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