(I) Aprendiendo a vivir
Cuando mueres en vida
Cuando mueres en vida
sufres de dos maneras,
la primera porque sientes tu corazón latir
y la segunda, porque estas bajo tierra.
Y si debajo de la tierra
tu corazón,
late con fuerza,
la misma muerte de la vida,
ni te oye ni te desentierra.
Por eso vive,
viviendo en ti,
con pisadas fuertes sobre piedras
y no te dejes morir,
cuando sientas tu corazón
¡latir con fuerza! (II) Y sin embargo gira
Dolor escrito en la tierra
de quien olvida su nombre,
de quien entierra a sus muertos,
de quien agarra la llama con manos de niño
quemándose por dentro.
Sentencia olvidada por jueces maquiavélicos;
otros mundos, otros pueblos…
y todos en la misma bola
y otros mirando de lejos...
ordenando cerebros con pócimas mágicas
traídas en carros de fuego.
¿Quién dijo eso?
¡A la hoguera de los mugrientos!
de los sin nombre, de los ingenuos.
Mas dos mil años no bastan
como no bastaron los ancestros sin risas,
ni pensamientos.
Vamos a alabar las luces,
las sombras,
vamos a gastar calzado por aceras de cera.
Y mirar hacia arriba pidiendo respuestas
sin preguntas certeras.
Unos piropos tirados al viento,
unas lágrimas traídas de lejos,
bocas cerradas, apretando los codos,
sorbiendo incienso,
inundando nuestro cuerpo.
¡Imbéciles!
Traidores de cadenas, tronos y maderos;
paseando entre una multitud,
justificando un paraíso.
De hadas por fuera
y demonios
por dentro
(III) Catedral de Jaén
Piedra sobre piedra
(III) Catedral de Jaén
Piedra sobre piedra
y sol sobre vuestro techo;
viento de marzo y escarcha de invierno,
pisadas sobre pisadas abristeis camino,
unos detrás de otros y muchos otros,
en mitad murieron.
Los demás sin nacer,
ni miraron, ni sufrieron
y los nacidos con sus arreos y aperos,
de camino al cementerio.
Hoy despejada y clara
como la luna llena,
mirando el cielo de enero,
mil guardianes y a tus pies,
de eterna belleza me impregno.
Me impregno yo que te miro
que te alago y deshago en mis adentros;
nadie reparó en ti,
y ahora pagan con monedas
para ver tu misterio.
A mi me basta con mirarte,
desde fuera y en silencio
comprimiendo el tiempo.
Y si dentro yo te mirara
igual que de fuera, acecho.
Tus guardianes arrodillarían sus pies,
para dejarse besar
por labios de fuego.
Y los nuevos nacidos vendrán
con monedas de ajuar,
pegadas a sus cuerpos.
Para contemplar vuestro esplendor
sobre muchas lunas de enero.
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