Las
personas enviadas son fáciles de reconocer, los obstáculos inamovibles se
convierten en presa de sus obsesiones; en donde la sangre derramada de otros es
el combustible que aviva la llama de la esperanza.
Pero
las ganas de lucha forman parte de una identidad propia, de la que sin duda,
somos meros espectadores; esperando el
fruto de una recolección, en un terreno abonado con semillas de acero.
Llevar
a cabo una causa, una idea, se convierte en su razón de ser y la infancia deja
paso a la madurez sin pasar por una adolescencia; donde barrotes de goma
recargan unas pilas inundadas en el silencio. Nada ni nadie puede ver lo que
ocurre en esas mentes y son muchos los personajes que dejan huella para la
eternidad y muchos los cerebros que pintan de azul un mundo nuevo.
El
color de la piel, también, piensa, el calor de las manos; también, abriga. La
mirada de unos ojos, también, iluminan. Y son sordos los oídos de los ciegos,
porque sólo escuchan con el corazón,
como son sabrosas las acciones, ante las tinieblas de quien no las puede ver.
Ha
debido de acaecer hechos denigrantes
para que toda una sociedad se rinda ante la persona que no solamente ha
liberado a un pueblo, sino que ha dejado los cimientos para seguir construyendo
el camino hacia la libertad.
Nunca
se nos olvide que andamos gracias a la gravedad de la tierra y la tierra ya
está cansada de rodar. Cualquier día no habrá médico especialista que repare
las grietas de nuestra casa y delante de nuestras narices veremos caer hacia el
abismo toda la suciedad que estorba. Pero como en todo, también, la dicha
vomitará hacía la sima; dejando a oscuras tanta mediocridad.
Tal
vez las manos más fuertes se agarren al
filo de la línea que separa el bien del mal; lo peor es que quede en tierra
algún encantador de mentes que dé una patada, arrancando las pieles de unos
dedos llenos de llagas.
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