Quiero derretir mi vida donde me viste nacer,
apartar los meses hasta ver mis pies ponerse de pie,
llorar por un reventón de manías y crecer,
volver a ir a la escuela, que me expliquen ¿para qué?
Todo me lo tienen que concretar y todo pasó sin una sola explicación.
Hoy es otro año y mi cama está vacía,
mi habitación ya no huele a naftalina,
pero el suelo es el mismo,
los techos conservan las mismas vigas,
la alacena se ha convertido en portal,
ya no se guarda leche en polvo para el último bebé,
ni guardan rebecas en maletas de cartón.
Ya no esperamos llamadas en un único teléfono,
ni los caballos pasean a guardias civiles,
ya no hay damajuanas detrás de una barra ni barras de longaniza
esperando ser comidas.
Ya no está la abuela ciega limpiando lentejas,
ni los pavos reales paseando por los estercoleros
y yo todavía no había mirado al cielo, pero pensaba y pensaba
sólo que nadie me dijo que era pensar.
La muerte la veía lejana y nunca para mí,
las enfermedades eran de otros
y las voces provenían de otras casas
de la mía sólo el bostezo de unos animales;
y los cementerios balsas de arrugas entre rocas doradas.
La realidad del hoy es la mezcla de las decisiones del ayer,
los errores de un pasado sin instrucciones ahogan las ilusiones de un
presente
y la rama de olivo donde antes
me mecía
ahora es un trozo de hielo que se derrite
dejando mi conciencia al aire
y un cuerpo atrapado con un horizonte incierto.
Demasiadas emociones en una casa vacía,
demasiadas pisadas huérfanas en un suelo enquistado de casquijos
sueltos,
ya ni los perros ladran cuando el viento les da en sus hocicos
ni las gallinas cacarean al amanecer de los días.
Nada dentro de la nada,
pero antes de la nada
yo siento que ya merodeaba allanado el camino de mi vida.
Sólo un sueño roto dentro de una vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario