Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

(Antonio Machado)

domingo, 26 de enero de 2014



En una sociedad acostumbrada a sobrevivir con las miserias de quienes se alimentan de la audiencia, cuando el pecador es un personajillo; las leyes se hacen obsoletas, siendo el pueblo quien pide la condena, ¿para que vagar por calles de cera?
Luego avivan los juicios y las horas de audiencia multiplican el clamor,  como en una prehistoria anunciada, las calles estrechas vuelven a tomar protagonismo, austera y sin fianza, resguardada solo por la sentenciada callada.
Las babas caídas de quienes inmóviles se regocijan, llenan ríos de venganza en busca de emborrachar sus almas con el dolor ajeno. Los árboles caídos por falta de raíces nunca brotarán de nuevo. ¿Qué alma pecadora no ha buscado la soledad de la noche para ahogar sus penas?, ¿cuantas botellas de alcohol ruedan por las cunetas vacías, dejando estómagos enfermos, donde su líquido nubla la mente y así poder olvidar la incógnita que les ciega?
Y quienes no lo hayan echo; debajo de sus camas amontonan pesadillas embadurnadas de lloros y la mopa que barre y friega, sólo recoge pelusas de rencor.
¿Luego dime tú? si esos ojos encarnizados, derramando odio en portadas de periódicos; si podrán dormir, aunque sepan que de nada sirve su lucha, si no para avivar la llama, en una España cotilla, que con sólo la ansia de verle entre rejas, cambian las leyes de los textos por carnaza y así, seguir alimentando la animadversión de miles de fieras.

martes, 21 de enero de 2014

Poeta

Confías y sigues confiando, pensando que aún lo puedo hacer mejor. Esta vez los poetas también se enamoran de otros poetas, de ellos se aprenden, de ellos sacas valor, con ellos te emocionas y, sobre todo, piensas, el “por qué”. Ese “por qué”, no está ahí por casualidad, viaja con nosotros y nos ofrece posibilidades.
No seas tan duro, mi esfuerzo es dueño de mí, sin enganches que me recuerden sabor a ti; sabiendo que tus manos siguen presas, sabiendo que nunca un "te quiero" saldrá de tu boca, porque todavía la tienes sellada. No soy tan idiota, sólo me dejo llevar y el amor no entiende de protocolos, ni de esperas; sin embargo todo eso pertenece a nuestros sentimientos. Luego está nuestro envoltorio, el que deja huella, el que un día te levantas y te ves otra mancha en la piel y otro achaque a destiempo, ¡ay! de ése sí que te estás emborrachando, sólo para olvidar un vino que se avinagró sin saberlo, sólo para sentirte en paz con tu corazón. Y en cada sorbo de mi aliento te llevas sin querer muchas noches de lloros eternos.
Será mañana o será pasado, ¡no! no me hables de nada y calla. No pienses nada, pero pon en orden tu intelecto, pregunta al guardián de tus anhelos si todo lo que tocas te sabe a cielo o por el contrario, si es que necesitas otra clase de medida, para olvidar otra cara, otro cuerpo.
Seguro que tu inseguridad no la medirás con nadie, y yo... no soy sólo materia para abonar tu terreno, ni la fórmula magistral, cautiva, en una capsula de medicamento.
No habré estado como tú, probando de otras fuentes. Yo te aseguro que sólo me hace falta preguntarle a mi piel, cuando un día de verano se me erizó por el roce de una caricia, por el brillo de unos ojos que me mataban a destellos.
Para ti, ¿qué fue? la sesión de un psicólogo para olvidar malos momentos. Medita en algún lugar, en calma; ya que mi corazón no tiene cerrojos viejos, que estén oxidados por el tiempo.
No me uses como bálsamo para tus heridas, no me uses como un remo suelto para llegar a la orilla y luego irte, dejándome al son de las olas. Porque otros barcos seguro que verán mi luz y me echarán un cabo suelto.
Ya no quiero morir, ¡que espere el cementerio! ya no quiero consuelo de nadie, porque nadie me querrá jamás como yo me quiero por dentro.

martes, 7 de enero de 2014

Una ardilla en Cazorla

Ardilla de pardo cuerpo.
Intrépida, curiosa y alerta,
entre ramas de pinos tiernos;
ligera se escondía,
en un día de blanco cielo.