Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

(Antonio Machado)

domingo, 26 de enero de 2014



En una sociedad acostumbrada a sobrevivir con las miserias de quienes se alimentan de la audiencia, cuando el pecador es un personajillo; las leyes se hacen obsoletas, siendo el pueblo quien pide la condena, ¿para que vagar por calles de cera?
Luego avivan los juicios y las horas de audiencia multiplican el clamor,  como en una prehistoria anunciada, las calles estrechas vuelven a tomar protagonismo, austera y sin fianza, resguardada solo por la sentenciada callada.
Las babas caídas de quienes inmóviles se regocijan, llenan ríos de venganza en busca de emborrachar sus almas con el dolor ajeno. Los árboles caídos por falta de raíces nunca brotarán de nuevo. ¿Qué alma pecadora no ha buscado la soledad de la noche para ahogar sus penas?, ¿cuantas botellas de alcohol ruedan por las cunetas vacías, dejando estómagos enfermos, donde su líquido nubla la mente y así poder olvidar la incógnita que les ciega?
Y quienes no lo hayan echo; debajo de sus camas amontonan pesadillas embadurnadas de lloros y la mopa que barre y friega, sólo recoge pelusas de rencor.
¿Luego dime tú? si esos ojos encarnizados, derramando odio en portadas de periódicos; si podrán dormir, aunque sepan que de nada sirve su lucha, si no para avivar la llama, en una España cotilla, que con sólo la ansia de verle entre rejas, cambian las leyes de los textos por carnaza y así, seguir alimentando la animadversión de miles de fieras.

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