Al olivo centenario, él que todo lo
sabe,
él que guarda secretos, traumas y
misterios.
Te curo heridas de guerras pasadas,
de amos sedientos, de sed de
venganzas
de manos desnudas, acariciando tus
ramas.
Rompiendo en pedazos tus hojas al
viento
recojo la miel que por tu tronco
baja,
como lágrimas sueltas que derramaste
un día
ungiría mi cuerpo a la espera del alba.
¡Ay, yo suspiro por verte!
¡Ay, si enrojeces al mirarme!
En tu último aliento de vida
en tus despojos quisiera enterrarme.
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