En un
riachuelo enfermo,
languidece
una carpa dorada,
dorados
son sus ojos,
doradas
sus escamas.
En su
lucha desatada
un
grito se le escapa.
El
viento diluye su voz
y un hermetismo de silencio
augura el presagio
de un destino inerte
Hoy
no hay sombras vacías,
ni
caminos que allanen tu alma,
ni
espejismos que deslumbren
tu
cuerpo,
ocultando
tu agonía desatada.
Hoy
la muerte,
luce
sus mejores galas,
invisible,
sin descanso...
allá
donde dormita
el
misterio
¡Incesante
se aviene
la
vida!
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