A medio camino,
con una mochila
llena de vivencia
tal vez rasgada
por el roce del tiempo,
pero repleta de
sabiduría
me muevo a ciegas
entre una multitud
cada vez más escasa;
pero llena de
problemas.
Y yo lo escucho,
a veces incluso.
¡Qué curioso!
acabo de sacar un
problema de mi mochila;
ahora pesa menos
y el roce frena el
desgaste de meses de angustia.
De salpicones de
barro hasta las rodillas
he avanzado unos
metros a tientas,
ya no estoy en ningún sitio
y mi destino lo
marcan otras huellas,
puestas a
conciencia ¡seguro que están!
y otro problema
que de mí mochila se va.
De reojo vuelvo a
mirar por si algo se cuela,
sabiendo que nunca
se volverá a vaciar de otros problemas.
Que graciosa mi
mochila,
ya no pesa;
quiere engañar al
mundo,
haciendo pensar
que los problemas se han quedado fuera.
Ya no es basura lo
que esconde en su forro,
ya no es podredumbre
lo que emana de dentro,
ni pesa ni huele.
Sin embargo
la llevo a cuestas
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