Un día quise romper el cielo,
ver más allá del firmamento,
un día y muchos más,
de los pocos que recuerdo.
También quise meterme
en el calor de mi techo,
un día,
eso fue hace mucho,
cuando aún sudaba calor materno.
¡Con la piel en carne viva!
en la madrugada de un otoño,
me vestí, creo, de gala,
disimulando mi alegría.
¡Tuvo que salir el sol,
tuvo que ondear el aire,
tuvo que detenerse las nubes!
todas ellas
para curar mi herida.
Pasado fue el tiempo,
que forjó una nueva piel,
pasado fue la causa
de mi revestimiento.
Y a los ojos imaginarios,
los que miran en silencio
esos son los que me hablan,
esos son los más sinceros.
Los que me visten sin ropa,
los que me ven vestida.
Y en el centro de mi cuerpo
todavía espero madurar
la piel
¡para no quemarme por dentro!
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