Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

(Antonio Machado)

domingo, 4 de noviembre de 2012

Noviembre



Hoy he notado noviembre en mi carne y en mi cuerpo; he sentido que hay que andar de nuevo y nunca sobre las mismas pisadas, esas ya están borradas.
Tan sólo queda un pequeño rescoldo de lo que era el camino de las vacas, abrazado por enormes lentiscos y esparragueras, esperándome en primavera.
Sí, ya no queda nada y lo que era el gran pastizal, hoy es un manto de piedras blancas, erosionado por treinta y tantos años de arroyos, fluyendo.
Ahora sólo, algunos curiosos bajan; no sé a que. Sólo ven un pedregal; dejan sus bicis en el camino y bajan con mucho cuidado, surcando malezas, saltando alambradas. Ya no hay nada que guardar, sólo son unas imágenes en mi retina.
Me recuerdan aquella niña de botas marrones, corriendo entre gramíneas con los brazos abiertos, sabiéndose observada por los aldeanos del lugar. Y admirada por los ojos de su padre que no da crédito cuando la llama y ella contesta con versos cantados al aire.
Tenía seis, siete, ocho, o tal vez nueve años, ¡qué más da! Fueron los más felices al lado de mi padre.
Después la conciencia se me nubla y no recuerdo más.

El espectáculo despierta cada mañana
cuando el ganado rompe el silencio,
como hormigas en hilera
atraviesan campos enteros,
surcando lentiscos, juncos y pastos;
allí les esperan bocados
de hierba fina,
pisar fuerte y viento helado.
En la lejanía os veo,
lentamente, despacio.
Horas aguantando nubes,
pisando charcos.
Alguna que otra siesta,
rumiando, siempre, sin descanso.

Al regresar por la noche,
solas sin dueño.
Sobre vuestras mismas pisadas,
directas al establo;
pisadas hechas por generaciones
de bestias cargadas de serones
con frutos de los campos.
Ahora sólo espero el sonar de las cadenas
golpeando sobre el hormigón descarnado;
es el dormir de una niña
que se despierta llorando.

Esperando el nuevo día
que atraviese su ventana
de viejas  maderas,
sobre rendijas apolilladas,
de crujidos sin sentido
atormentando su alma.
Sólo entonces descargaréis
vuestras grandes ubres de leche,
recién ordeñada.

Esperadme,
antes de que regreséis
de nuevo a los campos,
antes de que venga mi abuelo;
pues vuestro amo
ha muerto soñando.
Un dulce toque en el lomo
ilumina mi vida,
de ver a un animal con cara de pena
y caminar cansado.

Me llevo el suave de tu tacto,
el olor de tu pelo,
y el mirar de tus colores;
siempre blanco sobre negro.
Y el recuerdo de un padre
que duerme sobre mi pecho.

1 comentario:

  1. Donde quiera que se encuentre, estará muy orgulloso de tí.
    M.R.

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