Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

(Antonio Machado)

martes, 19 de febrero de 2013

Ecce Homo


En el bordillo de la tierra
hay soldados haciendo guardia
para no caer en el abismo,
cuando me sienta abandonada.

Feliz soy de saberlo,
conquistando y solitaria
mas,
mil perdones escondidos,
nunca vendrán a mi alma
porque el silencio ahoga el tiempo
y a mí me da la espalda.

Es lo que ve la gente,
es lo que nuestras manos palpan,
pero la mirada fija,
mirando sin palabras,
es la mayor agonía
que percibo en mis entrañas.

Dime algo sin ojos que te rijan,
ni manos que toquen fibras;
dime algo aunque no te vea,
despacito,
dime algo.

Quiero secar mis lágrimas
para cubrir mi piel,
de mil caricias apagadas.
No esperes con los puños atados,
ni  con vestiduras rasgadas,
mirando a los soldados
con la caña entrelazada.

Ahogando las ilusiones de un vivir,
sufriendo,
esperando verme inerte.
¿De mí no te cansas?
¡Qué sentido anhela tu mensaje,
cuando de semillas siembras la tierra
y luego la rodeas de sierpes!
¿Qué esperas cuando el sufrir y el vivir
caminan juntas hasta la muerte?

Baja la cabeza y con tu largo cetro
despéjala de espinas,
alza tus manos
para que cuando caiga,
rebane la soga
de tus muñecas heridas.

Ahora suspende tu presencia
hacia tu huerto
y riega con sangre
las semillas que del cielo cayeron.
Inúndalas de sol
¡librando el viento!
para que la lluvia de abril
le ofrezca a mayo,
hijos con la panza llena
y abrigos para el invierno.

martes, 12 de febrero de 2013

Y sin embargo gira

          (I) Aprendiendo a vivir
Cuando mueres en vida
sufres de dos maneras,
la primera porque sientes tu corazón latir
y la segunda, porque estas bajo tierra.
Y si debajo de la tierra
tu corazón,
late con fuerza,
la misma muerte de la vida,
ni te oye ni te desentierra.
Por eso vive,
viviendo en ti,
con pisadas fuertes sobre piedras
y no te dejes morir,
cuando sientas tu corazón
¡latir con fuerza!            

          (II) Y sin embargo gira
Dolor escrito en la tierra
de quien olvida su nombre,
de quien entierra a sus muertos,
de quien agarra la llama con manos de niño
quemándose por dentro.
Sentencia olvidada por jueces maquiavélicos; 
otros mundos, otros pueblos…
y todos en la misma bola
y otros mirando de lejos...
ordenando cerebros con pócimas mágicas
traídas en carros de fuego.

¿Quién dijo eso?
¡A la hoguera de los mugrientos!
de los sin nombre, de los ingenuos.
Mas dos mil años no bastan
como no bastaron los ancestros sin risas,
ni pensamientos.
Vamos a alabar las luces,
las sombras,
vamos a gastar calzado por aceras de cera.
Y mirar hacia arriba pidiendo respuestas
sin preguntas certeras.

Unos piropos tirados al viento,
unas lágrimas traídas de lejos,
bocas cerradas, apretando los codos,
sorbiendo incienso,
inundando nuestro cuerpo.
¡Imbéciles!
Traidores de cadenas, tronos y maderos;
paseando entre una multitud,
justificando un paraíso.
De hadas por fuera
y demonios 
por dentro

          (III) Catedral de Jaén
Piedra sobre piedra
y sol sobre vuestro techo;
viento de marzo y escarcha de invierno,
pisadas sobre pisadas abristeis camino,
unos detrás de otros y muchos otros,
en mitad murieron.
Los demás sin nacer,
ni miraron, ni sufrieron
y los nacidos con sus arreos y aperos,
de camino al cementerio.

Hoy despejada y clara
como la luna llena,
mirando el cielo de enero,
mil guardianes y a tus pies,
de eterna belleza me impregno.
Me impregno yo que te miro
que te alago y deshago en mis adentros;
nadie reparó en ti,
y ahora pagan con monedas
para ver tu misterio.

A mi me basta con mirarte,
desde fuera y en silencio
comprimiendo el tiempo.
Y si dentro yo te mirara
igual que de fuera, acecho.

Tus guardianes arrodillarían sus pies,
para dejarse besar
por labios de fuego.
Y los nuevos nacidos vendrán
con monedas de ajuar,
pegadas a sus cuerpos.

Para contemplar vuestro esplendor
sobre muchas lunas de enero.

           

jueves, 7 de febrero de 2013

Sierra de Jaén


Llanto de nieve
cubre tus cimas,
aterciopelada, cambiante.
Entre pastos pardos y frías hierbas
clamando al sol de medio día,
esperando al mar entre tus brazos.
Y sin embargo
agua aletargada esconden tus manos;
ya no podré verte,
ya estaré escondida,
confundida entre corales,
entre caracolas perdidas.

No es por derretir tus cumbres,
ni por cambiar tus laderas de blanca nieve,
en dulce miel
que mis sueños aspiren.
Son para el deleite de poetas,
posando a tu lado,
como sirenas blancas
en noches frías
acurrucando el tiempo en otra vida.
Y de tanto ignorar
no te percibía.

¿Ahora quién recoge tus lágrimas perdidas?
dime
quien te aparta de soles mojados,
de espumas blancas,
de dulces brisas,
como el ruiseñor en tus montañas,
buscando hierba escondida.

Hoy quiero apartar tu mirada,
donde el cielo es más azul
para llenarme de amor
siempre,
siempre en tu compañía.


viernes, 1 de febrero de 2013

El arroyo de mi vida (Pasión olvidada / Arroyo de San Vicente de Zocueca)


Una vez, había, un cauce; una vida, piedras por donde cruzaba y zarzas y lentiscos a los que me agarraba. Había un piar de pajarillos, un olor, un sonido crujiendo chopos, sorteando pastos, donde tu corriente bella y enamorada vomitaba espuma por el roce de sus ramas.
Yo pasaba y miraba.
Jugaba al escondite entre gramíneas y retamas. En mi bolsillo siempre algún recuerdo que esconder: ese fruto caído o esa rama olvidada.
Todo valía, mas lo que guardar rebosaba. Jamás era preocupación; en un lugar dormitando o quizá dentro de mi corazón.
Allí el espacio es infinito.
Todo entra, nada escapa; ni llega al suelo, ni derrite mi ropa, ni me roba el alma.
Nadie lo ve y nadie lo toca, sólo el fuego danzará haciéndome presa.
Y mi amor resplandecerá como los luceros de agosto, mirando el firmamento en noches de luna llena. ¡Ay, ese es el destino de mis pasiones guardadas, de mi cuerpo castigado, de mi ira desatada!
Lo sencillo que no es etéreo y la sencillez de mis palabras.
¡Ay, si alguien las viera o con los ojos las atravesara; sería el elixir que en la tierra no encontré, porque en mi estrella anidaba!

Plaza de Colón (Córdoba)


Una paloma olvidada
arrullaba al verme pasar.
Yo le decía ¡no te asustes!
voy descalza hasta el mar.

Oler el perfume de su agua
y a otras gaviotas ver volar.
Aprender de su destreza,
de sus ansias de libertad,
de estar en cien sitios distintos
y en sólo uno
olvidar.

Por eso, paloma mía
vuelve a tu nido a criar
y en tu pico mensajero
una ilusión me has de traer:
la añoranza de aquel tiempo
en un lugar cordobés.