En el bordillo de la tierra
hay soldados haciendo guardia
para no caer en el abismo,
cuando me sienta abandonada.
Feliz soy de saberlo,
conquistando y solitaria
mas,
mil perdones escondidos,
nunca vendrán a mi alma
porque el silencio ahoga el tiempo
y a mí me da la espalda.
Es lo que ve la gente,
es lo que nuestras manos palpan,
pero la mirada fija,
mirando sin palabras,
es la mayor agonía
que percibo en mis entrañas.
Dime algo sin ojos que te rijan,
ni manos que toquen fibras;
dime algo aunque no te vea,
despacito,
dime algo.
Quiero secar mis lágrimas
para cubrir mi piel,
de mil caricias apagadas.
No esperes con los puños atados,
ni con vestiduras
rasgadas,
mirando a los soldados
con la caña entrelazada.
Ahogando las ilusiones de un vivir,
sufriendo,
esperando verme inerte.
¿De mí no te cansas?
¡Qué sentido anhela tu mensaje,
cuando de semillas siembras la tierra
y luego la rodeas de sierpes!
¿Qué esperas cuando el sufrir y el vivir
caminan juntas hasta la muerte?
Baja la cabeza y con tu largo cetro
despéjala de espinas,
alza tus manos
para que cuando caiga,
rebane la soga
de tus muñecas heridas.
Ahora suspende tu presencia
hacia tu huerto
y riega con sangre
las semillas que del cielo cayeron.
Inúndalas de sol
¡librando el viento!
para que la lluvia de abril
le ofrezca a mayo,
hijos con la panza llena
y abrigos para el invierno.