Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

(Antonio Machado)

lunes, 26 de noviembre de 2012

Pasión


Resbalando sobre su piel
aprendiendo a gozar,
abrazando cataratas de pasión.

Sólo ella y él.

Ocultaron lluvias heladas,
caminaron descalzos
sobre el rocío de la mañana.
Sobre bordes helados
de carámbanos cuajados.

Sólo ella y él.

Observaron el infinito, donde
el horizonte se perdía,
ante el estupor de sus miradas
su amor se derretía.

Sólo ella y él.

Sabían que su amor
tal vez, un día se perdería;
quedando huérfanos
y en su propia sed,
moriría.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Mi homenaje a los clásicos (Gonzalo de Berceo) y último


Jugando en la vida te encontré
uniendo mis ideas hallé la paz
andando por senderos me hiciste estremecer
nadando entre matorrales aprendí a amar
fascinada por tus caricias me estremecí
rugidos de pasión vinieron a mí
anteponiendo mis risas a tus pies
no he hallado nunca tanto amor
comiendo de tus manos descubrí el placer
imantando nuestros cuerpos con frenesí
saboreando cada trozo de tu piel
caminando sin sentido volé hacia ti
olvidada por quien me quería, me quedé.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Mi homenaje a los clásicos (Calderón de la Barca)


En un riachuelo enfermo,
languidece una carpa dorada,
dorados son sus ojos,
doradas sus escamas.
En su lucha desatada
un grito se le escapa.
El viento diluye su voz
y un hermetismo de silencio
augura el presagio
de un destino inerte

Hoy no hay sombras vacías,
ni caminos que allanen tu alma,
ni espejismos que deslumbren
tu cuerpo,
ocultando tu agonía desatada.

Hoy la muerte,
luce sus mejores galas,
invisible, sin descanso...
allá donde dormita
el misterio
¡Incesante se aviene
la vida!


jueves, 15 de noviembre de 2012

Mi homenaje a los clásicos (Garcilaso de la Vega)


Al olivo centenario, él que todo lo sabe,
él que guarda secretos, traumas y misterios.
Te curo heridas de guerras pasadas,
de amos sedientos, de sed de venganzas
de manos desnudas, acariciando tus ramas.

Rompiendo en pedazos tus hojas al viento
recojo la miel que por tu tronco baja,
como lágrimas sueltas que derramaste un día
ungiría  mi cuerpo a la espera del alba.

¡Ay, yo suspiro por verte!
¡Ay, si enrojeces al mirarme!
En tu último aliento de vida
en tus despojos quisiera enterrarme.

Mi homenaje a los clásicos (Fray Luis de León)


Los polos opuestos explotaron
se desperdigaron por trigales
que ves en los días de verano
cuando seco queda el campo
y de color ocre se esparce.

Ahí quedaron revueltos
entre malezas, juncos y zarzales,
llenos de espinas verdes, escondidos.
Soportando ocasos perdidos,
crujidos de tímidos vientos
y frías lluvias otoñales.

Así se fue nuestro amor
despacio, en silencio,
ni rápido ni lento,
muriendo por dentro.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Angustia


De mirada vivaracha, mofletes sonrosados, semblante frágil y sonrisa camuflada, pasa sus momentos de bebé, balbuceando palabras calladas. Una zapatilla gris azulada, ahora cuelga de una cadena de chupete, en una sala vacía…desierta…
Cansina tarde de conversación sin sentido, donde su madre no advierte la desnudez de su pie inquieto. La falta ya está hecha y el niño sin su zapatilla gris azulada.
Para otros, en cualquier tienda se repone el par entero; para el niño, el vacío es eterno. Mueve sus manos, pies y cabeza; nadie le entiende, ni la madre advierte la angustia de un niño pidiendo consuelo.
Llega la noche, sin su zapatilla gris azulada y pasa el día, la tarde y nadie la busca.
Mientras, otros, la encuentran en un bordillo; cubierta, de hojas frescas con algunas motas de polvo como compañeras.
La gente la mira y en su mente se imagina un niño desvalido y una madre, angustiada, buscando la desafortunada zapatilla gris azulada.
Los más osados la cogen, enterneciendo su mirada; pobre niño, su pie izquierdo le delata.
Su madre lo coge, quitándole importancia. Pero el niño de mirada vivaracha, mofletes sonrosados, semblante frágil y sonrisa camuflada; lleva en un rincón de su mente, el frío de su piel, la locura de esa tarde y el devenir de un mañana cargado ya de sorpresas que no le parecerán extrañas.
Esa es la vida que me espera y pronto he aprendido a perder. Así sin darnos cuenta, también, aprendemos a luchar; no haciendo falta sonidos que nos delaten, ni semblantes que nos adviertan.
Siempre habrá alguien que nos encuentre para juntar ese par, perdido, en medio de una sala, hoy, tal vez, abandonada.

...Por eso, siempre quiero, que me espere mi zapatilla gris azulada.



miércoles, 7 de noviembre de 2012

Momento


Hoy es un día distinto,
siento el infierno por dentro,
cansada de caminar descalza,
abriendo heridas por dentro.

Algo quema mi piel,
despacio, en silencio.

No se ve ahora,
ni tampoco luego;
de ese luego te hablo,
de ese luego te espero,
sin esperar nada a cambio
mañana, ahora y luego.

domingo, 4 de noviembre de 2012


Imbéciles humanos capaces de crear tecnología y dotados de una mente privilegiada, ¿cómo damos lugar a tan tristes tragedias?
Maldito dinero capaz de ennegrecer unos ojos, mirando sin ver.
La codicia envenenada de personas ávidas de enriquecerse a consta de los más débiles; entre ellos la juventud. Carentes de experiencia con ansias de pasarlo bien, con metas que cumplir. Sueños rotos en un instante,
Ahora buscamos culpables, donde antes había héroes, ahora buscamos responsables donde antes había prestigio político. Ahora quedan inocentes donde antes había juventud y ahora nos lamentamos con palabras que no llegan a ningún sitio.

¡Qué la luz ilumine el sendero de vuestros pasos!
¡Qué el infinito llegue a vuestros corazones!
¡Qué la niebla se aparte de vuestro camino!
Y que una sola de mis palabras
reconforte vuestro aliento,
devolviendo paz e ilusiones.

Noviembre



Hoy he notado noviembre en mi carne y en mi cuerpo; he sentido que hay que andar de nuevo y nunca sobre las mismas pisadas, esas ya están borradas.
Tan sólo queda un pequeño rescoldo de lo que era el camino de las vacas, abrazado por enormes lentiscos y esparragueras, esperándome en primavera.
Sí, ya no queda nada y lo que era el gran pastizal, hoy es un manto de piedras blancas, erosionado por treinta y tantos años de arroyos, fluyendo.
Ahora sólo, algunos curiosos bajan; no sé a que. Sólo ven un pedregal; dejan sus bicis en el camino y bajan con mucho cuidado, surcando malezas, saltando alambradas. Ya no hay nada que guardar, sólo son unas imágenes en mi retina.
Me recuerdan aquella niña de botas marrones, corriendo entre gramíneas con los brazos abiertos, sabiéndose observada por los aldeanos del lugar. Y admirada por los ojos de su padre que no da crédito cuando la llama y ella contesta con versos cantados al aire.
Tenía seis, siete, ocho, o tal vez nueve años, ¡qué más da! Fueron los más felices al lado de mi padre.
Después la conciencia se me nubla y no recuerdo más.

El espectáculo despierta cada mañana
cuando el ganado rompe el silencio,
como hormigas en hilera
atraviesan campos enteros,
surcando lentiscos, juncos y pastos;
allí les esperan bocados
de hierba fina,
pisar fuerte y viento helado.
En la lejanía os veo,
lentamente, despacio.
Horas aguantando nubes,
pisando charcos.
Alguna que otra siesta,
rumiando, siempre, sin descanso.

Al regresar por la noche,
solas sin dueño.
Sobre vuestras mismas pisadas,
directas al establo;
pisadas hechas por generaciones
de bestias cargadas de serones
con frutos de los campos.
Ahora sólo espero el sonar de las cadenas
golpeando sobre el hormigón descarnado;
es el dormir de una niña
que se despierta llorando.

Esperando el nuevo día
que atraviese su ventana
de viejas  maderas,
sobre rendijas apolilladas,
de crujidos sin sentido
atormentando su alma.
Sólo entonces descargaréis
vuestras grandes ubres de leche,
recién ordeñada.

Esperadme,
antes de que regreséis
de nuevo a los campos,
antes de que venga mi abuelo;
pues vuestro amo
ha muerto soñando.
Un dulce toque en el lomo
ilumina mi vida,
de ver a un animal con cara de pena
y caminar cansado.

Me llevo el suave de tu tacto,
el olor de tu pelo,
y el mirar de tus colores;
siempre blanco sobre negro.
Y el recuerdo de un padre
que duerme sobre mi pecho.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Zocueca


Zocueca de mi vida, de mi niñez más pausada. Cuando camino por tus senderos me reconocéis hasta en mis pisadas, abriendo vuestras veredas, vacías, olvidadas; ofreciéndome el calor de vuestra agonía, hoy sin nadie que desbroce el ardor de tus ramas. Aún y así, siempre, me esperáis, sabiendo que, hasta de vuestro aliento, se alimenta mi alma.
Vuestros árboles se mueven con el viento, acercándome un brote de raíz o una hoja agonizante.
Así lo percibo cada primavera o cada tarde de invierno, sorteando caminos; enfermos de barrizales rojizos que ensucian el paisaje, pero engrandecen vuestros corazones. Aguantando rayos de frío, densas nieblas, bajo un techo de ramas.
Acariciando el cielo, ¡qué bonito! ni siquiera la tenue luz, enmascara un paisaje que se adentra en las Huertas de San Vicente, dando paso a la de mis ancestros. De grandes llanuras, iluminadas por arroyos de agua limpia, chopos gigantescos, donde el mirar de golpe te enrojece la cara.
Algunos aperos de labranza, sueltos entre mojones de tierra labrada, me recuerdan los montículos de nidos de hormigas, avisando que las dulces lluvias han entrado en sus moradas.
Luego con la entrada del día, todo brota como de la nada; dando paso a las voces de los huertanos, llamando a sus yeguas para poder aparejarlas. Cargándolas de legumbres, otras veces de alfalfa; que calmará estómagos de animales en inviernos secos y faltos de pastizales.
Hoy son pasillos estrechos, higueras inaccesibles, tristemente olvidados por hortelanos que perecieron sin traspasar su legado.
¡Qué se lo coma el pasto! ¡Qué aniden fieras!
Ya nada es igual, ya todo ha pasado; sólo yo en mi caminar, te sacaré versos en tardes de lluvia.